La analogía entre el cuerpo humano y el territorio ha sido recurrente en la historia del arte y la literatura universal, pero que ha expandido su alcance, pasando de ser una metáfora de circulación cultural a una figura retórica de carácter legal, desde el momento en que se asume que la naturaleza es un organismo vivo, y por lo tanto, sujeto de derechos.
El territorio nacional se ha convertido en un laboratorio, no sólo para los modelos de explotación, sino también para la sanación simbólica. El cuerpo-territorio presenta hoy una semiótica del vivir y del modo de existencia de la naturaleza que entraña una relación con los habitantes que recién estamos comenzando a reconocer en su lenguaje. La acción de arte que realiza Paula Urizar (1991) en Chañaral, denominada “Sé quienes aquí habitamos” (2015), acontece sobre un suelo que ha cambiado de significado y función. Lo que antes fuera fondo de río es ahora superficie agrietada en proceso de erosión.
Sobre la extensión de la superficie de la provincia de Chañaral, Paula Urizar pone en primer plano la imagen de la bandera chilena contra el suelo agrietado y, luego, como si intentara reparar esa tragedia, completarla en su vaciamiento, siguiendo unas huellas al tiempo que va hundiendo los dedos en su interior, auscultando a tientas, incrédula tal vez, ante la herida del cuerpo-territorio, que en este caso también nos recuerda la representación bíblica de la “Incredulidad de Santo Tomás” (1602) realizada por el pintor italiano Caravaggio. Los dedos avanzan entre la erosión, llevando consigo el amasijo de tela patria que se hunde y se pierde para dejar de ser emblema, suturando inútilmente el vacío que la supera por kilómetros y kilómetros.
¿Cuántos metros de tela roja, azul y blanca se requieren para cubrir esa extensión agónica de apenas una mejilla desértica? Este mirar y reparar dolorosamente con las manos propias, es lo que destaca el texto de la publicación Fondart del año 2012: “Si bien la artista tuvo la intención de abordar este evento de manera directa, fueron las personas que habitan el lugar las que no pudieron, lo que permitió mirar desde otro lugar el espacio y flexibilizar la propuesta inicial”.